No me tengan en cuenta la suspicacia, se la debía a quien no me quiso bien, y era hora de estrenarla. Como no hay rencores, tampoco hay orgullo, o desafío, se vive como se puede, y como se quiere, que es muchísimo.
Aunque algunos pierdan la curiosidad, y nos importe (mucho) no estar lo bastante crecidos, o leídos, o quién sabe. A estas alturas del partido (como dice mi querido Mario) no creo en nadie en particular, pero cuánto bien nos hace la companía que intuímos, entre las sombras lejanas, con asentimiento y sonrisa leve.
Como cuando me llamaste esta noche para compartir tu alegría y yo me quejé de la falta de entusiasmo que percibo (maldita sea!) no hacia mí, pero un poco hacia lo que seré.
No puedo pedirles atención constante, sería egocentrismo puro y duro, aunque a veces...ya sabes, me sienta el fin del mundo y quiera que te pierdas en mis orillas.
La culpa es mía, lo sé. Y qué puedo hacerle, si le echo de menos sin darme cuenta, sin conocerle.
Una palabra tuya me hizo reír, las suyas sanan y reafirman.
Qué duro el no encontrarse en las fotografías, en los parques, en las notas dejadas en la esquina de un libro. Qué duro ser distinta cada día.
3 comentarios:
qué duro no poder bajar dos veces al mismo río, qué duro ser el río, el tigre que nos devora.
(por qué será que me reconozco en cada cosa que escribes y después de leerte puedo dedicarme a mis heridas, como si ya estuviera dicho lo esencial, lo que escribimos para no olvidar. Como si ya no fuera posible que nos confundieran con los otros.)
qué original me resulta tu manera de escribir y a la vez tan llena de sentido.
Me gusta leerte :)
un beso
Dice Wittgenstein que lo que nos hace no-casuales no puede residir en el mundo; porque de lo contrario sería casual a su vez. Lo metafísico está fuera de él y es inexpresable, pero se muestra, y tú te has mostrado. Ahora ya no eres anónima, ya no eres casual.
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