Inner homework

Siempre fui una chica fuerte, decidida, trabajadora, persistente. Tenía metas claras, y las alcanzaba sin mucho esfuerzo aparente.

Lanzaba frases como misiles, seguras y sin vuelta atrás.
Apabullante seguridad y mucha fuerza eran mis signos de identidad. Asusté a muchos, y me consta que influí en otros, no siempre para bien.
No tenía miedo, sí curiosidad, y voluntad de mejorar, aprender.
Hoy quisiera recuperar un poco de esa seguridad, convencerme de que el futuro realmente no importa, de que lo que importa son estos momentos que dejo pasar tirada en el sofá, compadeciéndome de mí misma.

Me siento como un niño castigado sin verano y con muchos deberes. Puaj!

Caminante no hay camino...

Tener un sueño es jodido. Los sueños son lejanos, azules, esponjosos. Se presentan impecables, sin defectos, engañosamente perfectos.
Me quedo con todo eso de "lo importante es el camino", porque, una vez alcanzados, dejan de ser tan estupendos. Y lo único que queda es añorar el camino recorrido.
Sé que éste período trata de eso, de disfrutar lo que hay, mientras pueda. Pero no tengo ganas. Sólo me apetece recostarme en la arena, encontrar ése libro que me enganche hasta no poder pensar en nada más, sentir el sol en mi piel, no volver al restaurante. Nunca.
Dentro de mí, la sensación de que algo bueno ocurrirá pronto. Y la complicidad de esas miradas pecosas. Me gustan las sorpresas. No dejéis de dármelas.