Pensar que no sé qué pensar, la rabia me envuelve, me doblega. El pecho pegándose a la espalda en un intento de unir dos mitades que no se conocen, que reniegan la una de la otra, que siguen caminos diferentes, delimitados por la razón y el deseo.
Sinsabores que de repente empañan los traviesos guiños que la vida me hizo últimamente. Culpabilidad sólo mía , producto de una explicación que debí haber dado, que ahora duele por no haber comparecido, y quiere ser. Y esa otra explicación, la que quería escuchar, y quizá incluso llegue, aunque siento que aún no, aún no.
Quiero volver a las granadas desgranadas en un cuenco, tirada en una manta en el suelo, con pantaloncillos heredados y coletas, a mirar películas antiguas como si el mañana no existiera, y sentir el fresco de las baldosas cosquilleando la espalda.
1 comentario:
quizás sientes que debes de volver a ese lugar exento de desamparo, donde las películas y el futuro abolido. ¿no podrías traerlo adonde estás? quizás en vez de un lugar es un momento, y entonces no hay manera de volver sino sólo magdalenas y Albertines.
qué bien que escribas. me gusta el no sé qué que quedo balbuciendo cuando acabo de leerte. siempre regreso con los ojos más sabios.
p.s.: te dejo algo que encontré hoy por ahi:
Vení, quedate.
tomá este trago, llueve,
te mojarás en la rue Dauphine,
no hay nadie en los cafés repletos,
no te miento, no hay nadie.
Ya sé, es difícil,
es tan difícil encontrarse
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