2017, te has portado fenomenal. Casi me haces creer que el estado de alegría podía ser permanente.
Porque he sido consistentemente feliz por tanto tiempo, que llegué a preocuparme por mi salud.
Empecé muy centrada, con dos trabajos, y muchas ganas de sol. No tardé ni cinco meses en, por fin, dejar Londres atrás y mudarme a una de las ciudades más bonitas del mundo.
Mis ganas de mar se saciaron con creces este año, y las de aventuras. Además he conocido gente estupenda que me ha hecho soñar, y en los que puedo confiar para, desde recoger una receta a mi nombre, hasta aguantar mis noches negras de confidencia y auto-sabotaje. Agradezco mucho las risas, cuántas risas hubo en este 2017.
Soy muy afortunada, y desde el sol Camboyano me gustaría hacer un brindis imaginario por todos los que estaban, han llegado y se quedan. A los demás, seres temporales que ni si-ni-no, también los disfruté. Vinisteis por alguna razón que aún no he comprendido, pero no voy a gastar más energía en descifrarla.
Sé lo que quiero, y entre mis propósitos para 2018 - ¿qué es Enero sin una vision board!? - además de ponerme con el libro de veras, está el de ser muy clara con mis deseos, desde el principio.
Este viaje no ha sido como lo imaginábamos - ni Bali, ni la disposición adecuada... - pero ha sido uno de descubrimiento igualmente, porque estar tan lejos me ayuda a poner las cosas en perspectiva, y siempre vuelvo con alguna decisión importante que cambiará mi vida. Mejorarla, mejorarME.
Hoy empiezo el periplo de vuelta...y estoy lista. Mejor aún, estoy convencida.
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