Una de mis tareas pendientes ésta Navidad era la renovación de mi Documento Nacional de Identidad.
A tal efecto, y bajo los optimistas pronósticos de mi padre - ¡Ahora te lo hacen en quince minutos! - reuní a algunos miembros de mi familia con intención de “aprovechar el día”.
Cuando llegué a la recientemente inaugurada Comisaría de la Estación de San Andrés, una Agente me dió un numerito como quien reparte el Gordo – en su cara el gesto esperanzado y la disculpa ambigua– y me pronosticó “una horita y poco de espera”. Nosotros, con la buena disposición y el ánimo aún intactos, nos fuimos a comer unas porras y a pasear por el barrio.
A tal efecto, y bajo los optimistas pronósticos de mi padre - ¡Ahora te lo hacen en quince minutos! - reuní a algunos miembros de mi familia con intención de “aprovechar el día”.
Cuando llegué a la recientemente inaugurada Comisaría de la Estación de San Andrés, una Agente me dió un numerito como quien reparte el Gordo – en su cara el gesto esperanzado y la disculpa ambigua– y me pronosticó “una horita y poco de espera”. Nosotros, con la buena disposición y el ánimo aún intactos, nos fuimos a comer unas porras y a pasear por el barrio.
A mi regreso la sorpresa fué mayúscula, ya que sólo habíamos avanzado tres turnos…y haciendo cálculos me descorazoné, dando mi mañana por perdida.
Ante la pregunta de cómo nos enteraríamos a qué número le tocaba el turno, un muchacho respondió: ‘Mis compañeros lo cantan, es que aún no nos han traído el contador’ mientras señalaba a la pared donde debería ubicarse el susodicho aparatejo.
Comenzando a entender la situación, pedí a mis acompañantes que disfrutaran la mañana, afligida por que perdiesen su tiempo por mi causa, y me dispuse a sumergirme en la lectura de El País.
Casi sin quererlo me encontré leyendo una nota dedicada a la implantación del DNI digital, en la que se aseguraba la profesionalidad de éstos funcionarios que “reciben dos semanas de cursillo” y una prima de ciento cuarenta Euros por trabajar en jornadas festivas.
Incrédulos, mis ojos iban de la página a los muchachos sentados en las mesas, quienes no parecían haber recibido cursillo alguno, dadas sus caras de Virgen-del-amor-hermoso-qué-tecla-venía-ahora, y el montón de preguntas que hacían a (llamémosla Asun) la chica que parecía ser la única beneficiaria de tan valiosas lecciones.
Imagino a su jefe diciéndole: ‘Asun, tú te vas al cursillo ése que da el Gobierno, y luego nos lo explicas a los demás, que ahora estamos muy liados con las compras de Navidad…y eso”.
De éste modo, la muy requerida y diligente Asun corría de aquí para allá contestando preguntas, apretando teclas, impriendo papelillos y mirando reprobatoriamente a los dos pezucos encargados de lidiar con las personas allí presentes.
Después de tres horas, cinco pitillos, cuatro conversaciones con la viejecita de mi derecha y diez números avanzados, la que escribe comenzó a ponerse un poquitín nerviosa (en parte porque se me había acabado el periódico tiempo atrás, y en parte porque charlar con gente extraña sobre lo bien que va España me atrae bastante poco) por lo que comencé a inquirir a Asun sobre el procedimiento usado para hacer los nuevos documentos.
Gracias a mi curiosidad me enteré de que la Comisaría llevaba abierta dos meses (ejem…¡ni un mal contador les han mandado aún!), aunque sólo recientemente habían comenzado a hacerse cargo de la implantación del DNI digital.
Para mi desconcierto, no recibí respuestas claras (mucho menos satisfactorias) respecto a la preparación de los chicos que atendían al público (lo que reafirma mi teoría de que mandaron a la Asun en representación de todo el equipo) los usos del carnet a largo plazo – ¡Uy, qué mala suerte, le acabo de dar el último folleto a esa chica!- (?!!!) o porqué me hablaron de una hora de espera cuando (algo me dice) sabían de sobra que en el mejor de los casos estaría allí un mínimo de tres.
Sirva el siguiente párrafo como nota aclaratoria y balance de aquella mañana:
En cinco horas procedieron a hacerse el DNI menos de treinta personas, uno debía de estar atento para no perder su turno (¿les llega la fina ironía?), los funcionarios no eran JASP (Jóvenes, aunque sobradamente preparados, como los del anuncio), sino más bien JCD&MD (Jóvenes, completamente desorientados y malos disimulándolo) y el articulo de El País debería haber hecho distinciones por Comunidades: dependiendo del número de funcionarios por comisaría que atendió a las clases.
Lo que más risa me da no es no saber qué hacer con mi flamante nuevo DNI o haber perdido unas cuantas horas por falta de organización e incompetencia ajenas; lo que me hace más gracia son los ciento cuarenta euros que éstos (nuestros) funcionarios cobraron por trabajar en Navidad de tres a siete de la tarde. Angelitos míos.
P.S. Articulo publicado en la Revista digital de la Asociacion de la Prensa de Murcia.
(Aunque, entre nosotros, esta version me gusta mas. Es lo que tiene ser una perra gandula en cuanto al proceso de reescritura se refirere. Ay. No se lo digan a nadie, que me hunden)
2 comentarios:
acha!
blog recauchutado y timbrado! ole!
mira que venir al ombligo del mondo y no decir ni miau! ya no nos quiere nadddd ad ad!
elmarsiguepoaquihumedoyfrioeninvierno
lasolassongrandesynevadasyemitenbarrridoscomoloselefantes
misdientescambianalamparodelasombtralabialreconfigurandosonrisasyalimentos
un beso nena!
walk under the shadow!
http://www.youtube.com/watch?v=EDy3f7WrEVw
(en el minuto 1 : 29 tienes la explicación del enlace, pero si lo ves desde el principio mejor)
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